INTERVENCIONES DE LOS PARTICIPANTES

DIALOGO, REFLEXION Y DEBATE

Ana María Solari,  DNI  

Recogiendo las ideas que ambos comentaristas plantearon en cuanto a la necesidad de un sistema integral de atención a la infancia y a la adolescencia y que resultaría interesante pensar y proponerles que desde los dos equipos pudieran evaluar, es un trabajo hacia delante en forma conjunta. La propuesta que surge del anteproyecto de Código de la Niñez y Adolescencia que en su último capítulo propone un organismo para lograr una cierta coordinación  de políticas, una superación de la sectorialidad o por lo menos una coordinación sistemática establecida en una ley y con responsabilidades concretas. Para saber  si un mecanismo que tiene posibilidad  en un corto plazo de aplicarse si lo ven como viable de responder a esos vacíos y a esas necesidades tan fuertes que los estudios y los análisis de la situación de la infancia y la familia plantean. De alguna manera en este momento se están planteando este tipo de cosas, como coordinar, quien es el responsable y tenemos por otro lado una sanción inminente de una ley que crea un mecanismo legalmente constituido, que sería interesante poder observar que viabilidad tendría y más allá de la letra ver como articularlo.

Respuesta:  Ana Cerutti 

Yo creo que cuando uno insiste en las coordinaciones creo que pasa por revisarnos, hay algo que cuando se hace un análisis multivariado de los factores dentro del trabajo del GIEP surge con mucha fuerza lo del  contexto social y las instituciones que rodean esta familia  que  las familias que están en peores condiciones, cuyos niños están aún en peores condiciones, no las viven como algo que las ayude y las sostenga, yo creo que lo primero que hay que pensar es que todos estamos dentro de Instituciones, que estamos haciendo, desde que lugar estamos mirando al otro, como estamos definiendo esta multicausalidad de situaciones y como a nivel local nos estamos parando para trabajar. Me parece bárbaro que esté escrito en la letra  pero yo creo que es hora de que empecemos a coordinar de verdad.

 Yo hablo del desarrollo de los niños que es lo que más sé, que cuando uno baja a un barrio a hacer una propuesta, no se olvide de la familia ni se olvide de los aspectos de sus instituciones y de lo que pasa alrededor del barrio y de su comunidad  y que podamos integrarnos y articularnos, no replicarnos en forma como a veces muy narcisista, donde cada programa tiene su ombligo, es el más exitoso, es el mejor de todos, para decir de una forma muy sencilla y donde la gente queda borrada.

Es hora de hablar menos, a reflexionar más  y a pensar acciones que sean realmente en pro de las personas. A mí me hace pensar mucho, el último libro de Pérez Aguirre, cuando hay una parte que habla desde que lugar miro al otro. Yo, Desnudo de Seguridades, se los recomiendo. Las cosas pueden estar escritas, pueden ser ley, sin embargo no ejecutarse, no cumplirse, ese el tema, es como los derechos, vamos a tratar de que los derechos puedan ser vividos, yo soy una psicomotricista, que sean carne, que no sean tan hablados, que parecen volátiles, creo que ese es el punto medular en este momento. Sé que hay programas que están haciendo un gran esfuerzo por coordinar, por ejemplo el Plan CAIF con sus virtudes y defectos está haciendo esos esfuerzos, pero que no es tan obvio porque cuando uno llega, se plantea, quien es mejor, el Plan CAIF o la escuela primaria,  la policlínica, el Centro CAIF o la escuela,  el liceo, la escuela, la  policlínica o la ONG. El tema no pasa por los vecinos, pasa por quienes de alguna manera somos responsables. Estas cosas deben servir para empezar a mirarnos a ese nivel.

 Marina Cal, Vida Y Educación      

 Quería hacer un comentario prestando atención desde donde nos convoca el Seminario, esto de relacionar el contexto Familia e Infancia y ahí me quería detener un poco, a que más allá de que ningún modelo puede por sí mismo abarcar  la realidad, cuando Kaztman hace un recorrido ligero por estos tres modelos y llega a este último de familia de aportante múltiple, si bien su nombre es muy amplio, repetidamente cuando se refiere a ese modelo hace alusión a la pareja proveedora, a los roles parentales que seguramente son ellos quienes tienen la responsabilidad de proveer al núcleo familiar, pero lo que pasa en un número bastante significativo de familias uruguayas, latinoamericanas y de otros países es que los proveedores de un núcleo, si bien son múltiples no son la pareja de padres, son exclusivamente los niños que integran esa familia, entonces eso me quedó dando vueltas en la cabeza, como a veces sin querer sesgamos la mirada también desee una perspectiva adulta a la hora de pensar los modelos o de sobre todo de ejemplificarlos.

Lo otro también es sencillamente un comentario para quienes estamos situados en la implementación de programas educativos haciendo eco de lo que decía Agustín, en esto que si uno mira este esquema, lo comparto desde donde le puedo entender pero si lo pienso desde el que hacer me sitúa en un lugar imposible, porque es cierto, en algún lado hay que poner el dedo sino no se puede avanzar, es capaz que una buena fórmula sería pararse en algún lugar pero mirar con relación a las variables que están.

Dr. Juan Pablo Monteverde -  BICE, Vida y Educación  

Voy a hacer tres pequeños comentarios, cuando uno escucha a Rafael Bayce que siempre provoca cosas contradictorias, algunas cosas en las que estamos muy de acuerdo y otras que uno dice, las dice para provocarme o provocarnos. Uno está muy de acuerdo en que tanto las personas como los conjuntos de personas, la sociedad y el mundo son muy complejos, así que los problemas son complejísimos y por lo tanto las soluciones son complejas  y las soluciones pasan por sistemas de soluciones que no pasan solamente por programas ni educativos, ni sociales, sino que pasan por otras intervenciones políticas, comunicacionales,  etc. Es ahí donde por suerte vivimos en una sociedad en la cual muchos somos distintos, tenemos distintas vocaciones, que hay políticos, hay comunicólogos, hay comunicadores, educadores, médicos, etc., intervenimos de distinta forma y en distintos puntos, es cierto que hay que priorizar, pero también es cierto que si yo estoy en un programa educativo, voy a priorizar cosas educativas que pueda hacer a determinado nivel, yo no voy a cambiar probablemente el mercado, pero puedo de alguna manera intervenir en la familia o en los factores protectores o los entornos de los chiquilines. En segundo lugar, el tema de la educación, que en todos los estudios es la educación formal, en realidad lo que nosotros hacemos desde nuestra tarea educativa, desde nuestra tarea médica de los que estamos en la salud, es favorecer todos aquellos procesos que realmente le den a los individuos mayor capacidad de opción y de cambiar su entorno, cambiar su realidad y eso es a lo mejor una utopía, como cada individuo puede, a pesar de todos los factores externos que inciden,  de sus entornos adversos o no adversos, es decir construir una vida que de alguna manera sobrepasa las adversidades con la resiliencia a la cual yo me afilio enormemente. En ese sentido todo el tema de la educación no formal es más importante a veces en todas las familias de riesgo que la educación realmente formal y los títulos o los méritos de grado o lo que sea. En tercer lugar, pensamos que tenemos capacidad, las personas, los individuos de cambiar situaciones frente a mundos complejos, cada vez más complejos, esa es una realidad.  

Esperanza Martínez, Facultad de Psicología, Universidad de la República

Las conferencias del 31 de mayo, por la riqueza de sus contenidos, dieron origen a muchas  reflexiones, de las que me interesa especialmente plantear dos:  

SOBRE EL CONCEPTO DE RESILIENCIA - Quisiera referirme al concepto de resiliencia, ya que en distintos ámbitos se escuchan opiniones discrepantes al respecto, sin que quede claro el origen de las discrepancias. Muchos lo consideran un concepto interesante, que abre nuevas perspectivas de intervención en distintas problemáticas al focalizar la atención en la salud más que en las patologías; otros lo miran con desconfianza porque consideran que puede resultar funcional a las ideologías dominantes. 

            El concepto de resiliencia ha sido definido de varios modos que enfatizan distintos aspectos, lo que puede dar lugar a muchas confusiones al no precisar de qué se trata. 

            Las distintas conceptualizaciones tienen en común que se está hablando de situaciones traumáticas y de la posibilidad de resistir de que disponen las personas, grupos y comunidades. Las discrepancias comienzan al intentar definir lo que es resistir. 

            Algunos autores hablan de “adaptación positiva”; de ausencia de “signos de desajuste”; de “respuesta a las expectativas sociales”; del éxito escolar o laboral como criterio. En este caso podemos preguntarnos si se trata de resiliencia o de una adaptación pasiva, no crítica, fundada en un falso self que busca la aceptación a costa del empobrecimiento del potencial creativo y transformador. 

            De los aportes realizados por distintos autores desde otras perspectivas, tomamos el planteo de Suárez Ojeda, que sostiene que el concepto se ha cuestionado como proveniente del hemisferio norte y pasible de ser utilizado como elemento de dominación de poblaciones deprivadas. Subraya, sin embargo, que se ha llegado a elaborar una teoría latinoamericana de la resiliencia, con un enfoque comunitario adecuado a la realidad social de estos países [1]

Nos parece importante enfatizar el concepto de creatividad, que distintos autores consideran como uno de los pilares de la resiliencia, ya que destaca el poder transformador del pensamiento y de la acción humana. La definición de resiliencia como “capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y ser transformado positivamente por ellas” (OPS/OMS, Munist, 1998) nos parece la más adecuada, siempre que se entienda que el “ser transformado” implique la posibilidad de generar cambios desde una postura creativa y cuestionadora.               

SOBRE LA INTERVENCION DEL Dr. BAYCE – Creo que planteó importantes puntos para seguir reflexionando, especialmente en lo que se refiere a la extrema complejidad de los factores en juego y la pregunta acerca de hasta qué punto lo que pretende ser solución de un problema puede generar nuevos problemas en el futuro. 

            Me pregunto cómo afrontar esta dificultad. Un modo posible sería no intervenir; dejar que las cosas ocurran, ya que cualquier acción tiene sus límites, y en la medida que los problemas no se resuelven en su globalidad, se puede llegar a pensar que ninguna acción resuelve nada. 

            En esta línea de pensamiento, se puede plantear la pregunta: ¿Vale la pena combatir la mortalidad infantil, si al mismo tiempo estamos aumentando el porcentaje de niños que presentan discapacidades, como secuelas de patologías que sin esa intervención los hubieran llevado a la muerte? 

            En el área de la educación: ¿Vale la pena favorecer la cobertura educativa, si la mayor cobertura implica encarar el tema de las dificultades escolares de mayor número de niños? A nivel universitario: ¿Vale la pena hacer más accesible la educación terciaria, si el incremento del ingreso genera el problema de la masificación y aumenta el número de casos de deserción? 

En los casos relacionados con la educación, podemos pensar que no se están generando nuevos problemas sino que se otorga mayor visibilidad a un problema que ya existe: el de la exclusión social. 

Descartando el simplismo de estas dicotomías, mi reflexión apunta a destacar la humildad con que habría que encarar cualquier trabajo social. La tensión siempre presente entre las decisiones que apuntan a actuar sobre las causas estructurales de los problemas,  y las que apuntan a mitigar sus efectos, se resuelve enfatizando la acción colectiva y ocupando un lugar de trabajo  en un proceso transformador, contando con que haya otros que ocupen distintos lugares, todos necesarios. No se puede “revocar una casa que se viene abajo”, pero mientras creamos nuevas estructuras importa salvar las vidas que quedarían atrapadas en el derrumbe.

Adriana Negrín, Coordinadora de Psicólogos del Uruguay

En primer término desearía agradecer al Comité Organizador y al Instituto este espacio de comunicación,  evidenciado no sólo el interés de reflexionar sobre ésta temática sino también por la valoración de las distintas opiniones que surgen a partir de la misma.

No cabe duda de la crisis que atraviesa la familia como Institución, pero esto debería poderse analizar tal vez en un contexto más amplio que a mi entender podría ser la crisis que recae sobre el concepto de "Institución" como tal. 

Con el término no sólo se designan distintos niveles de organización social  (por ej. la familia, el sistema educativo, etc.) sino también que lo que hace a roles que cumplen determinados individuos (por ej. el padre, el maestro, etc.). Esta crisis podría estar expresando algunos cuestionamientos que derivan en ciertas formas de  desvalorización a cerca de la función que desempeñan las instituciones, llegando incluso a poner en tela de juicio el sentido de su existencia.   

Repensando conceptos y datos expuestos en los encuentros, nos enfrentamos a un amplio panorama de situaciones y hechos que inciden en la desarticulación que se observa en la familia, poniendo en tela de juicio su viabilidad  por un sin número de factores sociales, económicos y políticos que deberían analizarse de manera global. 

Desde la mirada que proviene de la psicología, creemos que lo institucional instituye al sujeto, que el desarrollo del individuo requiere del sostén de redes familiares y sociales que lo habiliten a futuro para servir también como continente a quienes les sucedan, asegurándose de éste modo la continuidad tanto  del individuo como de la especie. En éste sentido pienso, que más allá de los factores objetivos que parecen operar en desmedro de la familia, es necesario revalorizar las necesidades subjetivas presentes en los niños y adolescentes en relación a la familia, y por qué no también en los adultos, para operar en función de las mismas. En el trabajo directo, tanto con niños y adolescentes en situación de calle como de zonas cada vez más carenciadas, se constatan problemáticas vinculadas a la falta y falla de sostén familiar, lo que de algún modo estaría hablando de la importancia que el mismo implica en la construcción del sujeto. 

Muchas veces observamos como los niños y adolescentes ponen de manifiesto de muchos modos la necesidad del apoyo de sus padres para manejar variados conflictos y situaciones; en la medida que ésto no les dado desde el núcleo familiar nos demandan a los técnicos que sirvamos de mediadores para acercarles a sus padres. La misma necesidad la percibimos cuando les son ofrecidos espacios de escucha y proponemos acercar a sus padres.  

Si bien existen distintos niveles de desestructuración familiar, sería importante operar y restaurar el funcionamiento en cada uno de ellos, tomando de los niveles más afectados aquellos elementos que se establezcan como prioritarios, para intervenir en el nivel inmediato superior, promoviendo así la prevención y evitando en la medida de lo posible la generalización del deterioro. Por ejemplo si pensamos en niños en situación de calle, donde ya se han instalado conflictos psicológicos de entidad, confirmamos que en muchos de ellos se han producido fallas en el desempeño de las funciones parentales. 

Siguiendo a Winnicott coincidimos en el valor que otorga a los roles y funciones específicas para cada uno de los progenitores, los que complementándose generan el tejido que sostiene el desarrollo psíquico del niño. 

Creemos que actualmente existen situaciones familiares que requieren de una urgente intervención que evite y detenga fallas en niños que aún no presentan dificultades de entidad. Estas intervenciones podrían implementarse y llevarse adelante no desde el Hospital o distintos servicios de asistencia, sino que los equipos multidisciplinarios deberían estar incertos en los lugares donde viven los sectores más carenciados.   

En nuestro país, tomando nuevamente el ejemplo extremo de niños en situación de calle, creemos que comparativamente la misma aún no posee el grado de deterioro que viven otros países de América Latina. Los niños y adolescentes uruguayos en situación de calle aún mantienen un vínculo familiar a pesar de lo vulnerable que éste pueda ser. Situación muy distinta a la del grupo de "niños de la calle" de Brasil por ejemplo, donde la referencia familiar es inexistente. Hecha la comparación, del mismo modo que creemos que es posible generar estrategias de intervención a partir de las situaciones más desfavorables en el marco de la realidad nacional, lo mismo podría pensarse para un contexto más abarcativo a partir de lo que sucede a nivel regional y continental.

En  síntesis como decíamos más arriba, lo institucional es instituyente del sujeto, y de algún modo éste tipo de trabajo de reflexión en conjunto, debe utilizarse para generar procesos de mayor humanización  para todos los que convivimos en ésta sociedad, dejando de lado la fantasía de que son otros los "afectados", porque éstos temas nos afectan " a todos". 


[1] Melillo, A.; Suárez Ojeda, E. (Comp.) – Resiliencia: Descubriendo las propias fortalezas – Paidós – Buenos Aires, 2001.